
La Fábula de É-anna
Un pelo dorado, ondulado y brillante, caía al raso mientras un hermoso lince de ojos verdes rasgados, observaba a la mujer que, tumbada sobre una roca de mármol frío, parecía dormir como si nunca existiera un mañana. La luz del astro sol, había quedado nublada por la infinidad de nubes gruesas, grises y azules, que aquel cielo, a duras penas dejaba ver. El lince, de felinos ojos verdes, acechó alrededor de la damisela, que iba vestida con ropas tejidas con manos de aves y gacelas. Eran ropajes ancestrales, de lejanos linajes, de efemérides distantes en el tiempo y en las dimensiones en las que la bella mujer, era capaz de habitar. El lince, era su custodio, su gran e íntimo guardián, sin que ella siquiera lo supiera, cuando El Gran Señor de los Cielos, decidió otorgarle a É-anna aquel beneplácito de un mundo sin principio ni final, fue el lince el único que se aventuró a experimentar a su lado, lo que pudiera acontecer de un viaje tan peculiar.
El lince trazaba sinuosos círculos alrededor de la dama, que impertérrita siquiera pestañeaba, dormía o bien parecía que lo hacía, pero nadie podía decir si era cierto o simplemente una apariencia.
Aquel día un movimiento bajo tierra, provocó que el lince se alertara sobre un posible ataque de un desconocido, alrededor de la dama jamás antes nadie había osado acercarse. Todos en el intraterreno sabían que un lince se encargaba cada día de velar por ella y si un osado se atreviera siquiera a acercarse a menos de una yarda, el lince lo devoraría sin dudarlo.
Así, tras aquella alerta, el felino olisqueó por los alrededores de aquel bosque en el que elevados abedules boreales, colmaban la superficie y decoraban con sus copas, las alturas en las que la vista confundía las ramas con los leves rayos de sol que conseguían filtrarse. A un tiempo, la espesa nieve, cubría el terreno con tanta intensidad que siquiera una triste faz de roca, podía distinguirse. Entre los abedules, podían encontrarse también, preciosos abetos silvestres, que desgarbados, ofrecían una leve desestructuración de aquellos troncos altos y delgados que apuntaban al cielo. Algunas coníferas perdidas, eran todo el resto de vegetación que podías hallar en el mágico enclave en el que la hermosa É-anna dormía plácidamente, ajena a lo que allí ocurría.
De nuevo, un borboteo subterráneo volvió a escucharse, sin que Öaki consiguiera detectar su procedencia. Olisqueó palmo a palmo la zona. Se detuvo e intentó percibir si volvía a sentirse el rumor que se escondía bajo aquel manto blanquecino, sólo esculpido por la brisa y las huellas del felino. Nada, no consiguió detectar el origen de aquella alarma.
—¿Era una premonición a un posible terremoto…? —se preguntó absorto en pensamientos.
En ese instante se fijó como los suaves cabellos de la chica se zarandearon, como si algo de viento los hubieran tocado. Era imposible, ni hacía viento, ni siquiera una leve bocanada de nada que pudiera mover la cabellera de la dama. El lince se comenzó a enfurecer. Algo se estaba escapando a su control. No era posible que de repente, algo acudiera a entorpecer su labor de custodio. No estaba dispuesto a fracasar ni por un solo instante. Su primicia iba a ser su éxito y su éxito su forma de demostrarle al Gran Señor de los Cielos, su talento. él se lo agradecería de por vidas y de este modo, podría lograr una cómoda estancia en una de las dimensionas más atractivas de aquella creación tan extraña. Nadie sabía mucho sobre el tema, solamente unos cuantos elegidos. Estos eran pocos, pero bien avenidos, siempre lograban lo que se propusieran, ya fuera por sus propias penalidades, como por las penalidades ajenas. Era una historia larga de explicar, pues los custodios pertenecían a una emblemática jerarquía de los mundos acaecidos por el mismo creador de mundos, un señor al que todos llamaban Ikarom, pues su linaje procedía de una lejana genealogía de bárbaros reyes, inventados por los más intensos y cultos corazones silentes. Los mismos que operaban en los castillos de los nobles, cuando estos se aburrían por tener una vida plena de riquezas.
La laberíntica búsqueda se sucedió durante toda aquella jornada y la siguiente, siendo intermitente el rumor que operaba bajo la nieve, en una zona inexplorable por Öaki. El cabello de É-anna seguía balanceándose, sin que presumiblemente, hubiera nada que lo provocara.
Cuando Öaki respiró profundo, tras su agotadora jornada, pudo comprobar que todo seguía igual. La joven É-anna, continuaba sumida en una ensoñación profunda, aletargada, como todo en su día a día, con normalidad infinita. Su cabello ya no se agitaba, el sordo silencio de la noche los acompañaba, asegurándoles que no existía ninguna amenaza, ni bajo tierra, ni entre los abedules, ni siquiera existía la amenaza de un alud que los sepultara.
Öaki finalmente sucumbió por el cansancio y fue entonces cuando su condición de custodio quedó en entredicho para Ikarom. Este se enfureció con razón.
El lince consiguió dormirse y descansar, libre de sospechas, alegre porque su corazón vibraba rítmico y lleno de amor.
Desde antaño se preguntó cómo sería el instante en el que la bella É-anna saliera de su letargo. No se lo podía siquiera imaginar. Cuando meditaba sobre ello, sonreía, sería ese un día muy especial, digno de que su amada y él se pudieran reencontrar.
El felino se sentía embriagado por aquel intenso amor. Su vida giraba en torno a su porvenir junto a la Dama del Bosque de Abedules, que desde que tenía uso de razón, llenaba sus días, sus noches y todo su espacio. Esa noche soñó con la posibilidad del reencuentro, visualizó como al levantarse el sol, una chica vestida de arcaico cuero, engalanada con plumas de águila, caminaba descalza sobre el helado suelo del bosque.
Öaki, por aquel entonces, era un visionario felino capaz de olisquear a varias millas, una damisela de su estirpe. Como gato astuto que era, le seguía los pasos, sin perder de vista cada una de las intenciones de la joven, que ahora despierta, intentaba comunicarse con todos los animales que pudieran comprenderla. Ululó suave y firme, acercándose a su llamada una preciosa lechuza encarnada, de espectacular vuelo, con porte de rapaz que sabe dónde se halla su lugar.
Öaki, fue testigo de cómo É-anna y ave se comunicaban mucho más allá de sus propias posibilidades. Fue entonces cuando de nuevo se alertó, pues sin que en ningún caso existiera motivo, a É-anna se le movía el cabello como si el viento jugara con ello. El misterio era que no soplaba viento, que ni un ápice de brisa podía provocar aquel balanceo. Ella seguía ululando con la lechuza, a quien puso el nombre de Moa, en recuerdo – le dijo – de una antigua amiga suya, también lechuza, que la acompañó al inicio de toda su experiencia como diosa.
Öaki, no podía dejar de mirar el ondular sinuoso de su cabellera. Tanto se obsesionó con aquello, que se perdió la conversación entre É-anna y Moa, perdiéndose así algo vital para su información.
El lince se sorprendió, cuando de repente Moa izó el vuelo e É-anna comenzó a correr entre los abedules, tras la rapaz. Öaki se sintió superado por aquel imprevisto, no sabía qué hacer, si seguirlas o esperar a que regresara a su cúpula cristalina, la que la ocultaba en la Gran Gruta de la Montaña y donde la chica mantenía viva su consciencia divina.
Finalmente acertó a apretar a correr, acompañándolas. Siquiera supo cómo surgió el impulso, pero surgió. Surgió de muy adentro, como si algo de otro reino o bien de otro mundo, lo empujara a hacerlo. Corría sin querer correr, las seguía sin saber por qué. En un momento dado, redujo la marcha, É-anna también lo había hecho, la lechuza la animaba a continuar a un ritmo placentero, pero É-anna parecía dudar. Cuando el lince miró por un instante hacia atrás, quedó atónito, en el blanco manto del suelo no se registraron ni sus huellas ni las de la joven.
Puso sus pezuñas derechas un paso más allá de donde se encontraba detenido, observó el efecto. Ambas pezuñas se hundieron en la nieve, el felino sonrió, sus huellas deberían ser palpables en cuanto levantara las patas para dar un paso con las extremidades izquierdas. En efecto, las huellas estaban, en cambio cuando dio un segundo paso, automáticamente se borró el primero. Imposible – pensó – aquello no era lógico ni tranquilizador. Era una estupidez que las huellas dejaran de ofrecer su espacio en el manto por el que transitaban.
Quedó tan absorto en las comprobaciones que hiciera, que no se había dado cuenta de que É-anna había continuado al lado de Moa, perdiéndolas a ambas de vista.
Rastreó, sin obtener resultado. Era bien cierto que no había rastro. Olisqueó, buscando la forma de encontrarlas. Nada. Sólo silencio y ya media mañana. Agudizó sus oídos, con el fin de escuchar el ulular que entre ellas mantenían. Nada. Tampoco. El lince comenzó a desesperarse. Dio vueltas sobre sí mismo. Languideció. Se culpó. Se forjó una herida en el mismo lomo con una rama caída procedente de un abeto, que moría de viejo. Creyó volverse loco. La desesperación lo atrapó, cuando de repente, un fuerte graznido lo despertó.
Se fijó bien, É-anna dormía, de nuevo su cabellera, larga y ondulada, se mecía.
Öaki lloró. Sabía que aquel sueño, algo predecía. No podía evitar sentir que algo importante estaba por suceder. En ese instante se acordó del viejo Ikarom. Un temblor atrapó su ser. El cabello de É-anna quedó inerte. Nada lo movía. Nada sucedía. Nada.
Las hábiles manos de la princesa Liriah, sujetaban una delicada arpa hecha con madera de acacia por un distinguido artesano de la isla de Philipos al norte de los Greppos, allí en aquel lugar sin principio ni final, podía observarse como la dama de larga cabellera rubia y ondulada, ladeaba la cabeza mientras tocaba con destreza el instrumento que era capaz de exprimir notas que alcanzaban el mismo cielo. Cuando la joven Liriah, tocaba deliciosas notas, todos los mundos de todas las dimensiones, silenciaban sus adentros y respetaban las condiciones que la misma hija del Gran Señor de los Cielos disponía para que todos los presentes disfrutaran de su arte. El anciano artesano, el viejo Raduc, de felinos ojos verdes, se mantenía impertérrito y con los ojos cerrados, disfrutando del evento. Era tan intensa la música que de los dedos de Liriah desprendía el arpa, que, en otro mundo y dimensión, el azote del corazón alcanzaba a la misma É-anna, quien, en un vaivén interior, provocaba que su cabello se balanceara al mismo son del arpa de Liriah.
Raduc lo tenía claro, su artesanía estaba en buenas manos, las mejores, las únicas que alcanzaban a movilizar hasta a los mismos dioses. Raduc estaba convencido que, si la chica no desistía en su arte musical, sería capaz de convocar a todos los reinos y dimensiones, para que, por primera vez, en una secuencia ciega, el universo al completo uniera todo su poder y los repartiera a todos sus estamentos. De este modo, los señores de los mundos, los de los cielos, los de la tierra, los del agua, aire y fuego, se concentrarían en uno y por vez primera todos serían testigos del poder de la cocreación.
Este era el gran misterio que Raduc siempre quiso desvelar. Sus manos, ancianas, viejas y ásperas, habían viajado por todos los reinos conocidos y por todos los mundos todavía por conocer, era con diferencia el más anciano y el más avispado de todos los que como él, habían participado de la evolución de los mundos de creación.
En una disparidad ocurrida antaño, mucho pero que mucho tiempo atrás, Raduc, con cuerpo de titán, había manipulado la herida del alma de una doncella viva, que había sido despojada de su linaje inicial. La mujer en su desesperación, había intentado acudir a viejas brujas, a sabios chamanes, a notorios duendes, a arcaicas huestes, sometiéndose a todo lo impredecible, con tal de que pudiera recordar su origen.
Un considerado caballero de la casta de los Balikian —unos austeros reyes, rígidos y severos, que gobernaron en la oscuridad y en la penumbra de los mundos más bajos de Saturno— se había enamorado de ella. La obsesión de este rey por la princesa Liriah estaba condicionando el avance del resto de mundos y dimensiones, ella jamás iba a enamorarse de él, esto lo intuían todos los sabios, los conocidos y los que no lo eran tanto. Así de este modo el rey Balak, decidió predecir su futuro a través de un sabio oráculo, el único que él tenía a su disposición para que todo girara a su antojo. El oráculo guardaba un excelente misterio, nadie, nadie, nadie, sabía quién le daba voz. Balak se propuso descubrirlo y cuando lo hiciera, se quedaría con todo el poder de la sabiduría que el oráculo contenía.
Según se decía el oráculo procedía de una dimensión oculta a los ojos banales, así el oráculo no permitía que cualquiera pudiera escuchar sus mensajes. Cada vez que alguien acudía a él, el oráculo barajaba la posibilidad de si iba a ser alcanzado su mensaje o bien iba a caer en oídos sordos, que nunca sabrían qué hacer con él. De este modo, decidió que hablaría o no, y que todo dependería del receptor. Cuando Balak acudió por vez primera al oráculo, éste lo comprendió todo. Captó la verdadera intención del rey y sin pensárselo jugó a su juego. Decidió que a cada consulta que hiciera, le daría empuje a su ego, de este modo pretendía que contra Balak más se alejara de la verdad de su camino, más libre sería el mundo de sus intenciones de dominación.
Raduc lo intuyó todo, intuyó al rey y también al oráculo, que sin pretender nada malo, había caído en su propia trampa, en las redes de la lucha entre lo bueno y lo malo, entre la dicotomía del bien y el mal y eso era lo peor que podía pasar, ya que para que esa dicotomía existiera y se pudiera materializar, era preciso crear un mundo donde experimentarla. Ahí raudo apareció Ikarom, el señor de los mundos, quien no dudó ni un ápice en que era necesario y urgente crear un mundo en el que experimentar esa dualidad. Ikarom se rio a gusto. Estaba orgulloso del plan oculto de Balak, gracias a sus ansias de dominación y a que el oráculo cayó en la trampa, existiría un mundo que nunca antes había existido. Por vez primera, todo sería diferente. En esa dimensión tan especial, se iba a poder experimentar algo totalmente desconocido para el resto de dimensiones, reinos y planos. Iba a ser interesante comprobar cómo se desarrollaría todo. Iba a ser de tal riqueza la experiencia que el resto de mundos se la iban a querer disputar.
Cuando Ikarom volvió a reírse de forma estruendosa, que lo escuchó el mismo Gran Señor de los Cielos, éste acudió en su presencia, advirtiéndole que, si ese nuevo mundo era un falso experimento, él mismo se encargaría de destruirlo con sus propias manos. Ikarom se asustó, conocía muy bien a ese señor, cuando amenazaba lo hacía de veras, iba a tener que hacer una creación muy especial, muy cuidada y muy amparada.
De ese modo decidió convocar a huestes, entidades originales procedentes de las pléyades, también andromedianos, sirios, liranos, ancianos señores, de turbios corazones, dolidos por la infrahumanidad del mundo. Tuvieron que reunirse con carácter de urgencia, con la única consigna de qué hacer, sin intervenir para que el planeta Aia, volviera a recuperar el camino de vida perdido. Eran infinitas las peticiones que llegaban desde todos los estamentos, niveles de conciencia, orígenes, etc., del universo, incluso desde otros universos, se había solicitado audiencia para colaborar con el nuestro. Las peticiones, a cuál más dolorosa, no podían ser siquiera atendidas, ni tampoco respondidas, pues desde las cúspides de los cielos se habían agotado las respuestas. La gran esperanza yacía, en un gran número de entidades que, pese a todas las calamidades, continuaba en su tesón de transformación, incansables, incólumes, como si nada del resto, más que su intención, fuera con ellos.
Entre estas entidades, existía una imaginativa niña, que podría hacer estragos. Pues más de un anciano se había fijado en como la niña se comunicaba con los animales. Ella les hablaba con el alma, para ser respondida del mismo modo, estableciéndose entre el animal y la niña, una relación que sólo conocían ellos.
La Anciana Martha, inspiró lento y profundo antes de comenzar a hablar, cuando todos le cedieron la palabra, habiendo sido ella quien la solicitara.
—Hace ya varios lustros que me conecto con la pequeña Nefer-thar. Desde que supe de su existencia, he sentido que tengo que acompañarla. Nefer-thar, os adelanto, tiene entre sus manos una lección de vida que todos deberíamos atender. Sabemos que no podemos intervenir en la experiencia, pero sí podemos amparar y alimentar aquellas fuerzas de sabiduría que pueden darnos solución a este caos. Ella sabe que Aia agoniza, pero en cambio no se desespera por ello. Es como si tuviera la certeza de que algo puede hacerse, que, a corto o largo plazo, sea capaz de reconducir las fuerzas evolutivas a su verdadero camino. Es como si la niña al ignorar el oprobio, sea capaz de crear sin desasosiego, sin ansias de nada, sin apegos, sin miedo, sin sentimientos de destrucción que la obliguen a nada… lo hace en paz, con el corazón pleno, con verdadero sentimiento.
—Pero es posible que la niña, al crecer e interactuar penetre en la dualidad de nuestro universo y todo ese empuje que tiene, se desvanezca. ¿Lo has valorado…? —preguntó un anciano arcaico, de nombre Elderber, de origen celtíbero.
Martha, volvió a inspirar lento y profundo, era su manera de concentrar toda su energía en un punto conexo con todo su ser y todas sus partes, muchas de ellas todavía experimentado en los mundos ideados por Ikarom. Su típica inspiración, se había convertido en un símbolo de identidad de su ser, así, cada parte de sí, inspiraba a su vez como ella lo hacía.
—Si, lo he valorado, y aun valorándolo como tú me haces saber, sigo creyendo que Nefer-thar puede penetrar en la dualidad y salir de ella a su antojo, es como si fuera una docta en el movimiento dentro-fuera. Llevo ya mucho tiempo a su lado y estoy convencida de que es así. Debo deciros que creo que, por primera vez, estamos ante un caso que puede abrirnos las puertas a la solución que tanto deseamos todos los presentes.
Dicho lo cual, el anciano más joven, el de origen continental, al que todos conocían como Rabutof, se aventuró a intervenir, para cerciorarse de que lo que Marta estaba exponiendo tenía credibilidad para su ser.
—Verás, te he estado escuchando atentamente y estoy seguro de que la joven Nefer-thar es un pozo de sabiduría que puede dar luz a nuestros ruegos de reconstrucción, pero estoy detectando un posible teorema, se trataría del teorema que dice:
“Si los perdidos no se encuentran por sí mismos, no podrán nunca saber que han llegado a puerto, pues el puerto será inconexo con el resto de intentos que haya concluido su ser”. Este teorema deja claro que hay una dificultad añadida a todo este embrollo. Cuando utilizamos fuerzas externas a nosotros, siempre todo se acabará desvaneciendo en una probabilidad que nunca tendrá sentido para el propósito. Nefer-thar, sí que es cierto, que es una fuente de sabiduría que va más allá de la dualidad de nuestro Universo, pero nunca puede convertirse en el objetivo de la salvación del mismo. Creo que eso no sería lícito. Y que ni ella misma aprobaría, como se ha demostrado en otras ocasiones siempre que se han utilizado fuerzas de inocencia para elevar los corazones, como patrón universal, dependerá todo de la capacidad individual, estamos hoy justo en ese proceso, no en otro y mi temor es que, al utilizar un patrón de creación preciso, nos equivoquemos y volvamos a caer en lo ya andado y conocido. Creo que dejo claro que es el momento de que cualquier traslación se realice desde el poder personal.
—Tu teorema es claro y tus conclusiones también lo son, yo estoy de acuerdo con Rabutof —atinó a decir Espartus, un anciano de lejana mirada, impregnada de guerras, batallas y luchas cuyo corazón se sentía el más agotado de todos los presentes.
Espartus, había sido incluido en la Mesa de Ancianos hacía muy poco tiempo, en realidad siempre se había negado, decía que aquella mesa era inservible para deliberar sobre lo que ocurría en Aia, y que por ello nada de lo que allí se acordara tendría nunca sentido. Este discurso finalmente fue cambiado cuando de repente, por vez primera supo que estaba enfermo, y no era precisamente una enfermedad curable, sino una enfermedad más bien eterna para la que no existía el modo de sanación. Hasta que una preciosa joven de nombre É-anna, un buen día le aseguró que eran muchos los que estaban despertando a un mundo sin guerras y que, si él creía en ella, su enfermedad comenzaría a remitir y acabaría viviendo de un modo que nunca antes había conocido, pero que existía, sólo si creías. Ese mundo lo había creado su padre para ella y ella creía en su padre más que nada.
Desde ese día Espartus, quien desvelaba en su propio cuerpo el dolor de la lucha de todo el planeta, supo que É-anna estaba en lo cierto, decidió mirarla a los ojos y no perderse de aquella mirada nunca más. É-anna le sonreía plácidamente, mientras su corazón aún se envolvía de la memoria del tiempo, de tiempos duros, ásperos, húmedos, silentes de verdad.
Los planteamientos que se hacían en la Mesa de Ancianos, se iban sucediendo con la intervención de todos los sabios, cada uno dando una visión concreta de las múltiples probabilidades que se podían desencadenar. Normalmente la hermosa Igapur no intervenía, si no era para decir una gran sentencia, pues tenía por costumbre no hablar en vano, sólo intervenir si era necesario, y casualmente ahora lo era, lo tenía tan claro que incluso se puso en pie para que todos la atendieran:
—Demasiada especulación y poca concreción, os olvidáis de algo vital —fue tan clara y concisa que el resto de la mesa se la miró con expectación— sabéis perfectamente cuál es el gran peligro de esta experiencia y que, si se desencadena, jamás se va a poder controlar. Balak no se rinde nunca, nunca jamás y todos ponéis la expectativa de que va a madurar, si lo hiciera no sería Balak, considero que estamos perdiendo el tiempo, mientras actuemos desde la consideración de su evolución, propongo que lo hagamos desde la certeza de que eso no va a suceder, sabemos que es utópico.
Se hizo un silencio sepulcral, Igapur no deliraba, no estaba diciendo nada que no fuera cierto. Igapur tenía sus razones para hablar de ese modo, ella había sufrido en la era anterior más que nadie con Balak. Ella había vivido la contaminación de su pueblo, en manos de ese señor. Se dice que Balak se conoció a sí mismo gracias a las Escuelas de Misterio y a poder experimentar todo lo que no sabía de él. Igapur había tenido la desdicha de que Balak entrara en la Escuela de Creación en la que se practicaban técnicas sobre habilidades y dones personales, con la ayuda de dios. Balak, no comprendió nada, pero sí aprovechó para aprender con esas herramientas y manipular a su antojo, todo lo que se le ocurriera. Todos sabemos que cuando se actúan desde una voluntad creadora instintiva, lo que acude en tu ayuda, son entes resonantes con ellos. Igapur, fue testigo de cómo el aura de Balak, se transformó, quedando rearmada por infinidad de criaturas que le daban poder, y eso era para él su propia creación, sintiéndose orgulloso de ello y de su condición.
En las Escuelas de Misterio, se comprobó cómo se abría la posibilidad de que la casta que Balak creó a su imagen y semejanza, jamás iba a expandir su conciencia.
—Teniendo esto claro —continuó diciendo Igapur— solicito que nos centremos en la realidad y dejemos de especular absurdamente. Quizás las intervenciones dimensionales tienen que estar dirigidas al objetivo, que no al impedimento, para que así el impedimento se debilite y el objetivo se haga cada día más visible.
—Se me ocurre algo —intervino Maya, la dulce mujer que representaba un gran saber femenino— de igual modo que un faro es utilizado para señalarle a los barcos, donde se encuentra la costa, propongo que se diseñen faros que de forma simbólica señalen el camino a los navegantes. No nos olvidemos que cuando estás en este plano, siempre observas el cielo, un buen observador sabrá comprender que un lucero está comunicándose con él.
—Creo haberlo entendió —dijo esta vez Remonk— dotaremos a algunas estrellas de mitos y leyendas y las compartiremos con la humanidad, los mitos serán verdaderos puntos de luz, que de forma simbólica hablaran sin voz y las leyendas servirán para provocar flujos de amor en el corazón que les ayuden a anhelar que desean ser los protagonistas de las mismas.
Espartus, miró a Rabutof, esperando que fuera éste quien se pronunciara, pero al ver que su amigo asentía, dando conformidad, no le quedó más remedio que intervenir.
—Quizás no lo he comprendido bien, pero eso que propones no tiene demasiado sentido, será fácil que muchos siquiera presten atención al símbolo y que, a otros tantos, no les interese lo más mínimo lo que esas leyendas expliquen.
—Es evidente que estas acciones que se proponen, tienen que hacerse de forma inconsciente, sobre el colectivo, así que no se podrán ver resultados hasta pasadas seis generaciones que es cuando se despierta el eslabón dormido —apuntó Kaisim, el viejo pirata de arrugada tez y aura de plata.
—Así es —confirmó la misteriosa señora a la que le llamaban Likuanportié, docta, la que más, en temas de física quántica – las secuencias algorítmicas del adn, tienen un proceso clave, que es el que se autodiseñó de forma natural por la propia entidad, de acuerdo a su ritmo y huella evolutiva, ahora mismo ese proceso contiene un viraje al sexto nacimiento de una misma línea generacional, aunque esta se haya roto por otras causas.
—La evolución de la conciencia colectiva está directamente condicionada con la evolución del Rey de Reyes —recordó a todos la simpática Avitum una gran vestal de espectaculares ojos verdes y cabello anaranjado— no lo olvidemos.
—Totalmente cierto —inquirió el astuto José de Arimatea, quien no dudó en que era obvio atender la evolución de Ikarom, como rey del mundo— sabemos que las acciones originales de Ikarom serán esenciales en la implicación colectiva planetaria. Eso está claro, confiemos en que Ikarom desarrollará sus más elevados poderes personales e imbuirá a la psique humana de esa intención derivada del más sagrado espíritu.
—Creo que ahora estamos hablando sobre el objetivo, que al fin y al cabo es lo prioritario, dejando a un lado a la casta balakiana, estoy de acuerdo con la propuesta de los faros, me fascina incluso —compartió, emocionado una sutil entidad de los mundos paralelos al que denominaban Akurelo, mientras Maya se sentía agradecida.
—Para diseñar las leyendas y los mitos va a ser esencial acudir a otros universos —apuntó el viejo Enki, sabedor de que aquella propuesta iba a levantar revuelo.
—¿Te refieres a cruzar un agujero negro con la propuesta y permitir que suceda aquello que la ley universal disponga que se experimente? —preguntó con un cierto halo de intriga la entidad más diminuta en tamaño de toda la mesa, de nombre Iching-ulán
—Si, así lo creo, es lo mejor para todos. Que sea la causa-efecto quien determine todo, incluso esto – corroboró Enki con un deje pensativo, como si quisiera añadir algo —Iching-ulán, quedó también pensativo, al igual que la mayoría, mientras en algún lugar de la mesa, se hacían comentarios apoyando la propuesta.
—No es sórdido añadir —comenzó diciendo la ilustrativa Abigail— que la propuesta tiene sus riesgos, pues esa causa-efecto va a ser la que se desarrolle y en ese desarrollo ni nosotros mismos vamos a saber por dónde se conducen los hechos y cuáles podrían ser las consecuencias. Me parece realmente osado, aun así, doy mi apoyo, es la propuesta que más encajaría con los procesos de desarrollo evolutivo de este plano de conciencia. Por cierto, quisiera añadir que por algo la casta balakiana tiene cancha en Aia, por algo que creo que no se está diciendo.
—¿Y qué es? —preguntó intrigado el cuasimodo Elardo de los tiempos de los castores y de los rectores en la fase saturniana, época antediluviana.
—Pues sencillamente que no se está produciendo ningún viraje en su adn, algo ocurre que la sexta generación en lugar de activar el código algorítmico y realizar la apertura de luz que la naturaleza diseñó, parece que algo queda dormido y aletargado, como si penetrara en un trance extraño. No sabría definir. Quizás nuestros expertos en quántica, puedan aportar algo más —. Concluyó su intervención mirando de soslayo, principalmente al alto preceptor siriano, que formaba parte de la Junta Galáctica de Físicos y Matemáticos.
El alto y espigado Kerisier, un siriano serio, pero a la misma vez, muy enérgico, decidió ponerse en pie para intervenir.
Es cierto esto que comentas —afirmó dirigiendo su mirada a Abigail, quien se sonrojó ante la gallardía y caballerosidad de Kerisier, ella era una entidad muy muy fémina lunar que portaba todos los escalares de todas las jóvenes, tanto sencillas y nobles, que habían protagonizado episodios en los feudos y castillos más reales. Ello la convertía en una mujer que mantenía sus cualidades tan a flor de piel, que ello acababa delatándola en cuanto su memoria celular captaba una oportunidad de verse deseada por un hombre de bien. Algunos miembros de la mesa rieron ante el rubor de Abigail, ella se rio de sí misma, sin apartar la vista del siriano, para hacerle saber que no quería ser una mal educada por aquella reacción arcana de su ser. Kerisier carraspeó y continuó —en nuestro centro de ciencia, estamos observando qué puede haber ocurrido para que algo así suceda. La inocuidad de esta sexta fase, justo en el linaje balakiano, tiene un comportamiento totalmente dispar. Podríamos decir como si se hubiera enloquecido. Los científicos están creando paralelismos quánticos en un intento de comprobación de posibles mutaciones, es evidente que aún no tenemos explicación, pero sí que se está estudiando lo ocurrido. Lo único de lo que tenemos absoluta certeza, es de que solamente aparece en entidades cuyo linaje balakiano es auténtico y lineal. Por otra parte, añadir que las simulaciones que se están llevando a cabo, están siendo muy controladas y propias de planos no accesibles, por lo que no existe ningún riesgo de contaminación, añado esto, para que nadie se asuste. Hemos solicitado ayuda a entidades científicas puras de los mundos atlantes, donde la medicina genética tuvo más avance, es posible que ellos, como terrenales médicos pudieran darnos alguna información de las manipulaciones que se realizaron, todo apunta a que se trata de una reacción a las intervenciones humanas.
Likuanportié, estaba escuchando atentamente, ella había experimentado durante muchas vidas en esa época atlante, y había conocido de primera mano las peripecias de la medicina de aquellos tiempos, en los que la ciencia había querido dominar sobre la conciencia. Likuanportié, se había hecho activista reconocida, en la lucha por mantener viva la habilidad conciencial, por ello se había infiltrado en los laboratorios del genoma humano y conocía muy bien cada palmo del pensamiento de aquellos hombres con halo de ser dioses.
La diversidad de entidades que formaban aquella mesa, hacía que no fuera fácil atender desde pura sabiduría a todo lo que allí se barajaba, tipos de sabiduría existen muchas, tantas como tipos de experiencia y de mundos en los que habitar. Por ello la Mesa de Ancianos se recomponía en cada fase Neidín, que era determinada por la posición del sol central, con respecto a la vía láctea y a la órbita que describía. La alineación planetaria era un suceso que repercutía poderosamente en la elección de los nuevos miembros de la mesa, cada vez que era necesario realizar cambios.
Elardo, el cuasimodo saturniano, había desarrollado esa capacidad por la que se denominaba castor a su elenco, es decir a todos aquellos saturnianos antediluvianos que además de ser rectos e implacables, habían cautivado con la sabiduría desarrollada por el poder modificador de realidades que en su potencialidad ultra dinámica de movimientos incontrolados, tal que un castor, habían conseguido ofrecer una forma de obedecer ante la vida, propia y sabia de un ser que no ejerce ningún control y aun así lo tiene, sin ser consciente de ello. Son cuasimodos, debido a que su propia velocidad de intervención en el entorno, le afecta a su propio cuerpo, teniendo todos, la característica de un cuerpo deformado, tanto como ellos deformaban el entorno. El cuerpo de los cuasimodos de Saturno, somatizaba su propia inconsciencia de actuación. Entre ellos determinaban el grado de castor, dependiendo del grado de deformación. Esta sabiduría perduró durante todo el periodo glacial y eso hizo que se ganaran un lugar excepcional en la Mesa Intergaláctica.
De repente, Avitum, miró hacia los cuatro Adam Kadmón, Elior, Ankhior, Akanor y Sorior, ellos siempre intentaban mantenerse como observadores, sus intervenciones solamente sucedían cuando el resto de miembros lo requerían. El motivo era por su coalición original y su dualidad experiencial, pues pese a que su nacimiento era propio del poder creador del mismo espíritu volitivo, no era idéntico su origen genético, ahí subyacía la diferencia, cada uno de ellos representaban un punto de partida del alma humana. Cada uno contenía una trazabilidad propia, inherente a un proceso evolutivo muy concreto, que, pese a no mantener unión de partida, las cuatro tipologías acababan confluyendo en un idéntico punto, que no era otro que el de evolucionar como alma humana con interconexión planetaria.
Mientras Elior era el Adam Kadmón que sostenía la evolución de la especie humana desde las cualidades zoofísiológicas, caminando cambiando de un cuerpo anfibio a mono, a simio hasta acabar humanizándose, su hermano Ankhior, lo hacía evolucionando desde parámetros dimensionales, es decir, donde los hemisferios tangenciales de la tercera dimensión, no se correspondían con los de otras esferas de conciencia, que debían irse modelando para alcanzar a evolucionar la mente hasta una resonancia suficiente para que todas las dimensiones fueran permeables y pudieran disponer de acceso quántico a la multidimensionalidad. Por este motivo Elior y Ankhior eran unos desconocidos, el uno para el otro, aunque cuando sus ojos se miraban, sus corazones se volcaban, sintiendo tal cualidad de amor que era imposible que se distanciaran de nuevo.
Algo similar sucedía entre Akanor y Sorior, mientras el primero evolucionaba desde la mente instintiva del propio universo, que era escenificada por el mundo reptiliano, su hermano Sorior lo hacía desde la total inconsciencia, sin ningún parámetro mesurable que le aportara un ápice de luz a su procedencia, pues Sorior portaba en sí, la clave de las esferas lunares universales, que forman parte del conjunto de la Vía Láctea, él es la expresión de cada mundo lunar de todos los planetas habitables y que desde su instinto misterioso y desconocido, va evolucionando hasta conseguir que su aura lunar, se torne moldeable como para habitar en el planeta Aia. Akanor, por el contrario, procedía de un espacio frío e inconcluso de este universo, donde la cualidad de poder, se había distorsionado en su polaridad más alejada de la verdad. Su misión era evolucionar hasta que esa mente instintiva, abusiva y fría, encontrara la capacidad de controlar su salvajismo vital y se fuera torneando hasta alcanzar niveles superiores en los que habitar y tras cruzar fronteras que antes no habían podido cruzar, iniciar un proceso evolutivo de vida que los llevaría a encarnar como humanos.
Los cuatro Adam Kadmón, tenían un claro compromiso, llevar su caos inicial de vida, a una vida comprometida con la creación, cada uno desde su punto de partida, cada uno desde sus capacidades vitales y su modo de viajar por los ritmos universales de la creación.
Cuando los cuatro accedieron a la Mesa de Ancianos, se produjo un viraje esencial en el alma planetaria, el propósito anterior al actual, era este, que los cuatros hombres de barro, evolucionaran hacia el mismo final. Quizás por este motivo, la humanidad no comprende que su origen puede estar en cuatro focos diferentes, en Aia existen humanos que proceden del mono, los que proceden de planos y dimensiones inconexos, los que lo hacen desde la mente reptiliana y los que vienen desde lunas arcanas. Quizás el gran conflicto se encuentre en que no se reconocen lo suficiente como parte de un mismo espíritu omnipresente, que diseñó un plan que podría parecer inescrutable, pero que finalmente obtuvo su éxito, al menos así lo consideraba la Mesa de Ancianos.
Como había explicado en una ocasión anterior la sabia Likuanportié, la humanidad aún no había comprendido el diseño universal de creación, en el que siempre actúan los cuatro señores del karma, así contaba que tal y como un logos proyecta su centro algorítmico de creación, los cuatro señores, respaldan la creación pero también la protegen, creando el círculo no se pasa con su presencia, pues ello garantiza que no se alcanzará la autodestrucción, algo que no está en los planes del logos creador.
Likuanportié redactó un edicto que explicaba muy bien y de forma detallada, la interelación entre los cuatro Adam Kadmón y los cuatro Señores del Karma, declarando que, tras una minuciosa investigación con el ilustre equipo de físicos, matemáticos y químicos, que analizaron los pormenores del adn, concluyeron que Elior estaba conectado al Señor de los Registros Planetarios, debido a que en él se contienen todos los procesos de los niveles animales del hombre. Ankhior estaba relacionado con el Señor de la Justicia, debido a que él sostiene la trazabilidad de las leyes que subyacen en todas las dimensiones y planos, mientras Akanor estaba vinculado al Señor de la Liberación, pues él es quien escenifica la probabilidad mayor de evolución del hombre esclavo de su instinto básico que es capaz de alcanzar la mente de dios y saber que ahí habita el verdadero poder. Por último, Sorior estaba relacionado con el Señor de la Muerte, el haber sido un superviviente de los mundos inconscientes que ha sabido morir y nacer millones de veces hasta elevar todas sus muertes a lo más sabio de sí, le concede la capacidad de poder celebrar su hábitat lunar y cruzar el firmamento para encarnar en forma humana, sin perder su naturaleza.
Pocos, muy pocos conocían que É-anna manifestaba a las cuatro evoluciones, habitando unidas en ella misma, tal como lo escenifica el propio planeta.
De repente, fue Ankhior quien tomó la palabra, hablando en su nombre, sin involucrar a sus hermanos, para compartir sus conclusiones:
Conozco la ley, pues como sabéis he habitado en todos los planos y dimensiones, hasta que mi Ser ha resonado en cada uno de los hábitats existentes, en los que he tenido a bien evolucionar mi conciencia. Existe una única probabilidad de restablecer los códigos algorítmicos del adn que han mutado y sospecho que solamente puede suceder si se consigue enriquecer el linaje femenino para que su poder, regrese, dando equilibrio a este despropósito, gestado por la casta balakiana, quienes en realidad han traicionado la ley universal, para diseñar sus propias leyes.
Elior, y sus hermanos asintieron, cuando después de meditar su intervención, Akanor se decidió a hablar, también.
Las posibilidades de éxito son grandes, conozco muy bien las reacciones con las que mi origen atacará, pero para cuando lo hagan, la secuencia ya habrá penetrado con la suficiente fuerza en los canales universales, nutriéndolos del valioso néctar, para entonces será imparable la sanación del linaje y el regreso del poder femenino.
Al escuchar esto un joven que se sentaba al lado de Kerisier, al que se le conocía como Renén, no dudó en añadir que nadie se olvidara que É-anna se le agitaba el cabello ante los intensos sentimientos de una de sus proyecciones, la bella princesa Liriah.
Isoleim, entonces añadió:
—El custodio ha corroborado que algo está sucediendo que alcanza al estado interno de É-anna de forma clara. He hablado con él y me ha puesto en antecedentes, parece que É-anna ha sonreído, como si su consciencia estuviera penetrando en la dimensión onírica y por tanto resonando con los sueños de Liriah.
—Esto es una gran noticia —intervino la Anciana Martha— si É-anna puede acceder a los sueños de Liriah, significa que la divinidad de Liriah se está definiendo. Ahora Nefer-thar tiene la clave de lo que acontezca.
—Vamos por buen camino —dijo Elderber.
—Si, el poder de la diosa ha vuelto, podemos comenzar a asegurarlo —comentó eufórico el último de los integrantes de la Mesa de Ancianos, que todavía no había intervenido, el ilustre Farkfar, un andrógico algo excéntrico que procedía de la orbe elíptica del consorcio de las Estrellas de Lira, una agrupación estelar que portaba una naturaleza esencial, totalmente indefinible, cuyo bagaje era sumamente importante para el Consejo Intergaláctico, ellos tenían capacidades que nadie más en este universo podían manifestar. Eran capacidades de índole mutable, de forma que sus cuerpos eran como los camaleones, se mimetizaban con el entorno, con la imposibilidad de distinguirlos.
Enki entonces se sintió eufórico, su hija, ella tomaría vida, por fin regresaría, tras el compromiso adquirido, podría abrazarla, hacerle saber cuánto la amaba y todo lo que entendió de su ser y también lo que no, pero se atrevió a conocer mejor. Sonrió ante todos los presentes, permitiendo que sus ojos se anegaran de lágrimas, entonces Isoleim dijo, al descubrir la sonrisa de un padre con amor verdadero hacia su hija:
—Esa es la misma sonrisa que ha esbozado tu hija É-anna. Te ha sentido, os habéis sentido.
Con esta intervención los integrantes de la mesa, regresaron a sus quehaceres, para volver a reunirse en otro momento en el que fuera imprescindible tomar consciencia de los acontecimientos que se sucedieran, conforme É-anna fuera dando señales vitales de vida.
La pequeña Nefer-thar, ya contaba cuatro años de vida, cuando un buen día su madre Meryet, se la encontró hablando con un anciano roble, en una conversación que más parecía entre padre e hija. Meryet, decidió no interrumpir a la niña y mucho menos importunarla en ese instante en el que su alma tomaba conciencia de que las formas de vida, son almas vivas con diferentes formas de manifestación.
La madre observó como Nefer-thar rodeaba el árbol con sus brazos y lo besaba, mientras le decía lo mucho que era capaz de amarlo, por el simple hecho de ser un árbol.
Öaki, desde otro plano de conciencia se agitó, se sintió alarmado, de repente É-anna parecía que estaba llorando, por su rostro resbalaban diminutas gotas que al caer al suelo parecía que encendían semillas que se mantenían enterradas a su alrededor. El lince no tenía idea de que É-anna yacía envuelta en semillas e ignoraba que el agua derramada por sus entrañas, al mojar el suelo provocaría que las semillas brotaran. Todo parecía muy extraño, tanto que Öaki se acercó al primer brote y lo observó como si quisiera identificar qué podría surgir de ahí.
Uno de ellos, el primero en crecer, le dio una sorpresa, parecía que estaba gestándose una flor, esa flor mítica, que una leyenda decía que era la flor más cercana a la esencia, le llamaban elessya.
El lince comenzó a correr arriba y abajo y también alrededor de la mujer, se había puesto francamente nervioso, era un milagro que pudiera estar sucediendo aquello, era un auténtico milagro. Todos en el bosque conocían la leyenda de la elessya detallada en el Papiro 686 y del sacrificio que una Gran Dena había hecho para salvar de una muerte segura a todo un reino.
©Joanna Escuder

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